sábado, 19 de agosto de 2017

Escribir el destino

Ayer tuve la oportunidad de estar presente en un taller donde básicamente apuntaba que hagamos una búsqueda interna de aquello que hacemos en forma natural, sin esfuerzo, y que nos genera entusiasmo, lo que se llama un don o talento, para que a partir de él le demos un sentido a nuestra vida, y a nuestra modo de vivir. Ese motor que nos hace querer hacer más y donde la noción del tiempo se evapora y el día se vuelve noche o la noche día sin darnos cuenta. Ese don o talento nos hace feliz en definitiva y vivir de ello es una bendición que muy pocos tienen, mientras otros lo dejan olvidado dedicando su vida a carreras o profesiones que poco tienen que ver con lo que realmente son o quieren ser. Y ahí es cuando surge la frustración, la angustia, la rabia, el descontento con la vida, con lo que se hace a diario. Odiamos el trabajo que hacemos, nos requiere un esfuerzo que quisiéramos no tener que hacer. Deseamos vivir otra vida, la que quedó en nuestros pensamientos y todo se vuelve más pesado y tedioso.

Todo ello resonó en mi cabeza, como ya lo había hecho un profesor cuando dijo algo así como que la "felicidad le dio paso a la utilidad", dejando de lado lo que hacemos porque nos gusta y nos hace felices para hacer lo que resulta útil económicamente pero no nos realiza en forma plena. Y ello como consecuencia de una sociedad donde lo que importa es lo que tenés y cuanto más mejor, donde pensamos como individuos egoístas y la competencia es lo que motiva la capacitación para no quedar fuera del mercado. Pero realmente todo eso que hacemos, que decimos nos gusta, es así?.

Y cuando la respuesta es negativa y hacemos una reflexión, nos damos cuenta que perdimos años distraídos en otras cosas que decían y parecían ser la mejor opción y aunque de hecho lo sean, no nos hace completamente felices. Entonces qué hacemos, nos resignamos y continuamos ese modo de vida sin hacer caso a esa especie de "revelación" o, por el contrario, a partir de ella la sumamos a esta vida tibia y monótona para que empiece a entrar un rayo de luz que ilumine la oscuridad diaria.

En lo personal opto por la segunda alternativa, sin atribuirme ninguna especie de don o talento, sino haciendo lo que más placer me genera en la vida que es escribir, incluso lo más tonto, lo propio y lo ajeno, el verso o la rima. Todo lo que se pueda escribir y contar hace que, por el tiempo que me lleve hacerlo, olvidarme de todo, de mi alrededor, de si tuve un buen o mal día. Me hace FELIZ.

Claro que me encantaría que la gente le guste lo que escribo, que se sienta identificada o que simplemente me lea, aunque sea una única vez. Pero aunque nada de ello suceda, igualmente escribir seguirá siendo lo que me motive a seguir haciéndolo, como en esta oportunidad para contar esta experiencia que puede resultar para muchos imposible de realizarse, porque el destino los llevó en dirección contraria a la felicidad sin saber o sin querer hacer que ese destino que lo construimos con nuestras decisiones y acciones pero también con lo que decidimos no hacer por miedo al fracaso o inseguridad o porque no es rentable puede cambiar para bien y empezar una nueva vida. En definitiva de nosotros depende que ello suceda. No dejemos pasar el tiempo. Escribamos nuestro destino.








No hay comentarios.:

Publicar un comentario