Mi pedacito de cielo
a esta hora de la mañana
lo veo a través de una ventana
que me invita a contemplarlo.
El color celeste intenso
con sus rayos que atraviesan
me dan su bienvenida,
empieza un nuevo día.
Y como todo es menos doloroso
si hay melodía de fondo
el canto de los pájaros
hacen de ello lo propio.
El viento tenue que acompaña
y sopla lento entre las ramas
despojan las dudas
y me aclaran el panorama.
Los primeros buenos días
de la gente cansada,
que continúa en sus sábanas
y sus sueños en las almohadas,
se dirigen a sus labores
renegando de su suerte.
Los más pequeños y no tanto
comienzan la actividad escolar
y disimulan escuchar a sus maestras
cuando lo que quieren es jugar.
Sus madres en general
vuelven al hogar
y muchas otras al trabajo van.
Pero lo que tienen en común todas esas mujeres
es el amor por sus hijos
y ellos respecto de ellas ansiosos esperan verlas.
Llegado el mediodía algunos regresan
a casa contentos: saben que hasta mañana
guardan el cuaderno.
Mientras hay otros que recién entran
esperando que el reloj toque las cinco.
A la noche todos juntos, mamá, papá y los niños
o mamás y papás en familia
se comentan su día repasando qué fue lo que hicieron
pronto hay que ir a descansar para esperar al nuevo día.
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